Key
Al día siguiente, con su convertible negro, el cual
estaba muy diferente a como lo había comprado (Lo había modificado hasta el
punto en que podía navegar e incluso volar), se dirigió a Teresa Waltz.
Quedaba a 4 horas de Ciudad Gótica.
Teresa Waltz era conocido por ser un pueblo grande. El
asfalto era antiguo y el turismo consistía en la recreación de la cultura de la
edad media. Mientras mas cerca estuvieses del centro, mas cosas antiguas veías,
gente vestida de época, casas enormes y coloridas, gente vendiendo dulces y
adornos artesanales…
Honestamente, a Damian no le gustaba.
Casi pierde la paciencia y atropella a alguien al
llegar al centro, pues las personas caminaban por la carretera como en un
bazar. Decidió tomar un desvió y aventarse al mar.
Navegó rápidamente, rodeando la ciudad. No recordaba
exactamente en donde estaba la fortaleza del extraterrestre pero si tenía un
aproximado, además, siendo la fortaleza tan grande, se podía ver de lejos.
Efectivamente, en unos segundos pudo verla.
Se detuvo al lado del precipicio que quedaba atrás de
la fortaleza. Ancló cuerdas profesionales y empezó a escalar. Llegó atrás de la
fortaleza y, a sabiendas de que el extraterrestre tenía una fortuna en pura
seguridad, se ubico en un lugar, entre las montañas, en donde podía espiarlo
sin correr riesgos.
Por supuesto, no tenía la intensión de quedarse
observando la fortaleza todo el día.
Si el extranjero no salía, él entraría.
Poco a poco se fue acercando, buscando un punto ciego
por el cual pudiese entrar pero cuando estuvo a punto de ingeniarse algo, la
puerta principal se abrió.
Cuando el extraterrestre salió, Damian se ocultó más.
O la ropa del planeta hermano era muy similar a la
humana, o el extraterrestre estaba buscando adaptarse al mundo humano. Lo
cierto era que el extranjero cargaba puesta una holgada camisa blanca, encima
de un pantalón sencillo, marrón, con muchos bolsillos, con herramientas de
jardinería en ellos y unas enormes botas de campo negras.
En su cabeza, cargaba un gorrito blanco del cual
sobresalían sus suaves mechones de pelo y en sus manos, las cuales estaban
cubiertas por enormes guantes marrones, cargaba dos enormes baldes de agua.
A medida que caminaba, las puertas se abrían. Damian
podía verlo porque luego de la entrada, el techo era como el de un invernadero,
transparente.
El ser hermano salió de la fortaleza y subió por el
bosque a un punto en donde Damian seguía viéndolo pero de lejos. Observó como
la criatura colocó los baldes en el piso y se sentó bajo un árbol. Sacó una
maquinita blanca de uno de los bolsillos de su pantalón y usó un alicate,
aparentemente humano, para romper la antena del aparato, haciendo que este se
abriera y vertiera un polvo blanco en su mano.
Se levantó y vertió el polvo en los baldes de agua y
luego de unos minutos, regó las plantas a su paso.
Damian sólo observaba pacientemente.
Habiéndosele agotado el agua, el extraterrestre sólo
observó las plantas. Como verificando. Y en algunas ocasiones se agachaba a
mirar curioso alguna planta llamativa.
Damian no podía creer el entusiasmo que aquella
criatura tenía por cosas tan insignificantes. Pero reflexionó pensando que era
como un humano que va a Marte, todo allá sería fascinante. Aunque él no se
comportaría de ese modo.
El extraterrestre volvió a la fortaleza y Damian
decidió irse también, tenía hambre. Volvería al día siguiente.
Se quedó en una pequeña posada en Teresa Waltz, comió
comida local y durmió toda la noche. Pensó mucho en como podría entrar a su
casa y estaba considerando utilizar un método inusual, con el presentimiento de
que se trataba de una persona inofensiva.
Damian regresó pasado el mediodía.
El tardó en salir y cuando lo hizo, cargaba un carrito
con jaulas en donde tenía una gran variedad de insectos y animales pequeños.
Esto llamó la atención de Damian, preguntándose que pensaba hacer con ellos.
El extranjero sólo caminó un poco con el carrito y uno
por uno, los fue liberando.
Cuando ya casi los había liberado a todos y con la probabilidad
que había de que aquel ser se metiera en la fortaleza y no saliera hasta el día
siguiente, Damian decidió llevar su plan a cabo.
Tomó sus cosas y corrió rápidamente hacia la
fortaleza, lo menos silencioso posible.
El extraterrestre, al escuchar el sonido y sentir que
se dirigía a su casa, tal y como Damian lo había planificado, corrió a la
fortaleza.
Llegó antes de lo que Damian hubiera esperado pero
cuando llego, éste ya estaba recostado en el umbral de la fortaleza.
Entonces ambas miradas de cruzaron por primera vez.
Aquella criatura era incluso más grande de cerca que
lo que Damian había imaginado. En cuanto al extraterrestre, sólo lo miraba
curioso.
- ¿Qué? ¿Nunca habías visto a un humano? - Le preguntó
Damian mientras sonreía pícaro
El extraterrestre dijo algo pero Damian sólo escuchó
palabras en otro idioma, de las cuales, algunas silabas eran inaudibles para el
oído humano.
- ¿Qué?
- Damian lo miró confuso
El extranjero sacó unas esferas negras, pequeñas como
perlas, de uno de los bolsillos de su pantalón. Se quedó con una y guardo las
demás para, acto seguido, acercarse lentamente a Damian con las manos en alto,
en señal de que no planeaba atacar.
Damian, de momento, no supo que hacer. Aquello no lo
había previsto. Pero en vista de que el tipo no parecía querer herirlo, decidió
seguir con su plan.
La criatura le ofreció la perla y con señas le indicó
que se lo pusiera en la oreja.
Damian miró la pequeña maquina desconfiado pero
terminó haciéndolo. Le dolió la nuca unos segundos pero pasó.
- ¿Estás bien?
- Damian había escuchado ese mismo extraño
idioma pero su cerebro había entendido lo que quería decir, tanto que hasta
había creído escuchar las palabras en su idioma.
- Si…¿Se trata de un traductor? - El enorme
hombre se acercó y lo tomó por los hombros con sus enormes manos.
Damian lo alejó de forma defensiva.
- Lo siento, nunca había estado tan cerca de un
ser humano - Dijo el
extranjero dando unos pasos para atrás mientras le dedicaba una sonrisa
sincera, un poco aniñada.
Damian sólo acomodó su traje mientras lo miraba
desconfiado.
- Pues yo tampoco había estado tan cerca de un
ser hermano…- Le dijo Damian con voz de reproche para
luego respirar y serenarse - Podríamos
entrar a tu fortaleza y estar cerca un rato. He estado espiándote muchos días
seguidos, creo que me lo debes - El extranjero
lo miró confuso, ¿Le debía el haberlo espiado? Los humanos eran criaturas muy extrañas.
Pero era una oportunidad que no podía rechazar.
- No todas las zonas de mi casa son aptas para
la vida terrestre de este planeta. Si no te molesta que sólo estemos en algunas
habitaciones, estaría encantado con tu compañía - Damian le dio
la menos falsa sonrisa que pudo darle.
No sabía por qué, pero ese tipo lo molestaba.
Entraron a la fortaleza y pasaron a un gran salón
iluminado por grandes ventanales. Todos
los muebles eran blancos o colores pastel. Se sentaron en un sofá tan blando
que Damian pensó que debían ser de su planeta.
Pero no le dijo nada al respecto.
- Desgraciadamente, no tengo comida humana para
ofrecerte. Pero puedo ofrecerte alcohol, ya que eso lo podemos beber ambos - Dijo el
extraterrestre.
- ¿Por qué todo es blanco? - Preguntó
Damian inspeccionando todo a su alrededor.
- Ah bueno…El blanco es uno de los pocos
colores que ustedes y nosotros vemos igual. Dime una cosa, ¿De que color me
ves?
- Verde
- El extraterrestre rió ante la respuesta
- Impresionante…A
nuestros ojos, yo soy azul - Damian lo
miró desconcertado
- ¿Y de que color tú me ves a mí?
- Entre blanco, rosado y beige…creo que lo
llaman color carne…
- ¿Cómo es que tu si puedes verlo?
- Esos colores
no cambian. Bueno, el rosado sí. Lo que para ustedes es rosado, para nosotros
es morado y viceversa. El rojo, el blanco, el negro, el gris, el marrón y el
dorado son los únicos colores que ustedes y nosotros vemos igual…creo que el
vinotinto también…y como su sangre es roja, imagino…
- ¿y que licores tienes? - Interrumpió
autoritario Damian. La verdad, si le interesaban esos datos pero no quería
hacerlo notar
- Muchos, creo que todos. Di uno y te digo si
lo tengo o no - Dijo el
extraterrestre sonriente
- Vino, y no me digas que no tienes porque esa
es fácil - El extranjero
sonrió
- Lo traeré de inmediato, además me lavaré un
poco, ¿Te molesta esperar unos minutos?
- Para nada
- Vale, no te vayas - La criatura
salió y Damian sólo pudo sonreír malicioso.
Bingo.
En la ausencia de aquel ser, revisó todo lo revisable
pero no encontró nada que contradijera el hecho de que era un simple
investigador, muy ordinario para ser de otro planeta, de hecho.
- Ya estoy aquí - Damian estaba
sentado en el sofá viendo fotografías de animales pequeños del bosque.
- Te gusta mucho esto de la biología - Dijo Damian
sin mirarlo, para luego alzar la mirada y notar que el extraterrestre se había
cambiado por completo. Cargaba un suéter vinotinto, unos pantalones cafés,
zapatos negros y unos guantes marrones.
- No es que entregue la vida por la biología,
es más bien un pasatiempo. Es…relajante
- Explicó pacientemente el extraterrestre
mientras colocaba dos botellas moradas de vino y dos elegantes copas en una
caja de hielo - Mis disculpas
si estoy haciendo algo mal. He visto videos pero creo que aun no tengo la
practica para esto de servir licor
- No tiene mayor ciencia - Damian sonrió
resignado. Era como un niño - A todas
estas, ¿tienes nombre?
- Oh si, mis
disculpas. Mi nombre es Key…mucho gusto
- El extranjero le extendió la mano, esperando
estar presentándose correctamente
- Mmm, mi nombre es Damian - Damian le dio
su mano y el extraterrestre la estrecho, como había visto en videos, pero no
midió su fuerza.
- ¡Perdona! ¿Te he lastimado? - Preguntó
preocupado
- No…No creas que somos tan débiles - La verdad, si
le había dolido pero Damian jamás lo admitiría
- Bueno, te informo que lo único que entendí
de tu nombre fue Key, me parece que dijiste otra cosa pero no pude escuchar…
- Mmm, tal parece que son los sonidos que
ustedes no escuchan. Bueno, llámame sólo Key, no importa - El alienígena
se sentó y, convencido de que las botellas y las copas ya estaban frías, sacó
una botella y con la mayor delicadeza que pudo, tomó las copas colocándolas en
la mesita.
Abrió la botella y empezó a servir torpemente. Damian
hacía un esfuerzo por no reírse, apostando a que, con aquellas manos, rompería
por lo menos una copa.
Lo cual, efectivamente, hizo unos segundos después.
- Ay, me disculpo. Creo que aún no lo
domino - Dijo Key
quitándose los trozos de vidrio de los guantes
Damian se levantó y buscó un pañito de un estante en
la habitación (Al haber registrado toda la sala, sabía en donde estaba todo).
Acto seguido, lo humedeció con la cajita de hielo y se sentó al lado de Key
nuevamente.
Tomó sus manos.
- Quítate los guantes - Key trató de
disimular su impacto a sabiendas que para los humanos, las manos no eran una
parte intima.
Sin querer hablar del tema, Key se quitó los guantes.
De todas formas, una gruesa capa gris tapaba su “conector”.
Damian decidió no preguntar la naturaleza de aquella
capa, ya que el vino derramado y los minúsculos vidrios se encontraban en los
dedos. De modo que prosiguió a limpiarlo con cuidado.
- Te esfuerzas demasiado. Te digo que no tiene
la mayor ciencia, aunque teniendo las manos que tienes, debiste haber comprado
copas mas grandes y gruesas - Key sólo
sonrió nervioso
- Es que esas copas son las más ideales para el
vino - Damian sólo
lo miró
- Son ideales para las manos humanas, además, no
tienes por qué seguir las reglas al pie de la letra, ¡nadie lo hace! - Asegurándose
de que no quedaban trozos de vidrio en las manos de aquel ser, Damian puso el
paño en la mesita y tomó la otra copa.
- Yo me serviré en la copa, tu tomaras de la
botella, me imagino que es del tamaño de un vaso en tu mundo - Dijo Damian
sirviéndose
- La verdad es que sí - Damian le
pasó la botella - Oye, ¿no hay
que brindar por algo?
- ¿Tienes algo especial por lo cual brindar?
- Pues ahora que lo dices, creo que si, ¡Por
nosotros! - Key cubrió la
mano libre de Damian con la suya - Uno de los
primeros encuentros entre un ser humano y un ser hermano en el planeta tierra,
¿Es suficiente para un brindis? - Sus miradas
volvieron a cruzarse y Damian sintió algo extraño en su estomago. Como una
corriente eléctrica.
Key sintió lo mismo, al sentir el toque de sus dedos
desnudos con aquella manita, suave y pequeña.
- Si…creo que es suficiente - acercaron la
copa y la botella lentamente para que no se rompiera la copa y bebieron.
Vaya situación…De haber sabido que aquel ser era como
era, Damian habría tocado la puerta de la fortaleza desde su llegada.
Aquel día, Key le contó todo lo que pudo.
Aparentemente, y bajo la sorpresa de Damian, Key estaba pisando sus 100 años
terrestres (que serían 200 años hermanos, ya que 1 año hermano era
aproximadamente medio año terrestre).
Los seres hermanos solían vivir hasta 175 años
terrestres, aunque el promedio era desde 150 hasta 160.
Key le explicó que en su mundo no había países ni
continentes. Le dijo que muchos años atrás si los habían pero todos se unieron
tras encontrar a las Acuáticas, criaturas provenientes del planeta vecino.
Desde entonces, todos conforman un mismo lugar llamado
Ciclo, el cual estaba dividido por muchas ciudades pero todas se regían por el
mismo sistema, el cual estaba coordinado por el Cluster.
El Cluster era como un mega organismo, que había sido
fundado, en un principio, únicamente para el resguarde de los niños. Pero con
los años fue convirtiéndose en el organismo de justicia más importante. Al
aparecer las acuáticas, los seres hermanos pertenecientes al Cluster fueron los
que velaron por el orden, la diplomacia y la paz, teniendo como prioridad el
bien de los niños.
Entonces el Cluster terminó convirtiéndose en una
figura de liderazgo, la cual fue seguida, en el momento crucial, por la gran
mayoría, que estaba cansada de las guerras y de la corrupción.
El Cluster sólo prometió paz pero terminó dándoles un
sistema que, a pesar de ser rígido, obtuvo excelentes resultados visibles hasta
la actualidad.
Se basaba en el trabajo y el estudio como el pilar de
la vida de los seres hermanos. Pero que este no fuese monótono. La idea era
estudiar y trabajar siempre en balance con la edad, con las habilidades y con
los deseos de aquellas criaturas, para que, cuando pisasen los 100, ya hubiesen
tenido todas las carreras y todos los conocimientos que hubiesen querido, con
una gran fortuna y un gran estatus.
Todos empezaban desde abajo, sin importar quienes
fuesen, y dependía de su desempeño laboral y académico, hasta donde iban a
llegar, teniendo todos las mismas oportunidades.
Cuando el Cluster ya tenía puntos hasta en las
ciudades más fronterizas, el control fue total y con aquel sistema, la economía
se incrementó hasta el punto en que el Cluster podía mantener a todos los niños
del Ciclo en sus instalaciones, desde su nacimiento.
Con la riqueza vino el avance en el resto de las ramas
científicas, jurídicas e incluso hermanistas (La traducción que el traductor
daba de lo que serían las Humanidades en el planeta hermano) y con los años, y
un riguroso compromiso y exigencia por parte del Cluster, se sacó el tabulador
de trabajos, estudios y estatus que se usaba en la actualidad.
El Cluster, incluso, pudo darse el lujo de ofrecer una
gran lista de beneficios para todos los seres hermanos desde su nacimiento.
Sólo por formar parte del sistema.
Damian escuchó atentamente, tratando de disimular su
interés. Aunque, personalmente, Damian no se imaginaba en un sistema como ese y
agradecía el no estar en aquel planeta.
Sin importar los excelentes beneficios y resultados
que el sistema había conseguido, no servía de nada maquillar las cosas: Los
seres hermanos vivían en una dictadura liderada por el Cluster.
Así de sencillo.
En aquel planeta, el no podría darse a la fuga con su
grupo a resolver misiones, como hacían…Aunque, pensando en eso, no habrían
misiones que resolver, en primer lugar.
Key decía que el Cluster era muy severo con cuestiones
que estaban fuera del sistema (el cual venía siendo como la ley, en el Planeta
Tierra).
Damian también le explicó cómo funcionaban las cosas
en La Tierra y Key reaccionó de la misma forma que él había reaccionado,
agradeciendo no haber nacido ahí.
Le explicó que planificaba quedarse a vivir ahí el
resto de su vida, aprovechando que el sistema humano era tan flexible y en
cualquier caso, él era una figura diplomática, enviado por el mismo Cluster,
ellos responderían.
Con botella y media ya tomada. Empezaron a hablar de
tonterías. Key sacó una laptop y empezó a buscar imágenes varias sólo para que
ambos dijeran cuales colores eran los que veían. Sin haberse dado cuenta, ambos
estaban acurrucados en el sofá. Key abrazaba a Damian con su brazo y este
estaba recostado en él, ambos viendo la pantalla de la computadora.
Ya habiendo caído la noche, sus miradas volvieron a
cruzarse luego de un largo rato. Se quedaron mirándose como hipnotizados y
Damian estuvo seguro de que Key iba a besarlo y se sorprendió a si mismo
decidiendo que no iba a apartarse.
Pero el beso nunca llegó, el extraterrestre sólo unió
sus frentes y luego sus mejillas, lentamente, con suavidad y cariño.
El corazón de Damian empezó a latir muy rápido y por
inercia, colocó su mano en el brazo de Key y fue subiendo. Acariciándolo.
Quería besarlo. Pero no lo hizo, su orgullo no se lo
permitía.
- Ya debo irme…- Dijo Damian,
apartándose un poco, aunque aun seguía acorralado entre los brazos de Key.
Y volvieron a mirarse.
Damian no era el único que se sentía extraño. Aunque
Key sabía exactamente lo que sentía y eran unas ganas inmensas de comerse a esa
criatura a besos.
Key no se lo había dicho pero el sexo, a diferencia
que en la tierra, no sólo era bien visto, sino que era primordial en el día a
día de los seres hermanos, incluso a los ojos del Cluster (Aunque para ellos
era más que nada por los niños que aquello conllevaba).
Para los seres hermanos, el sexo era un acto de lo más
natural y sagrado, que representaba, de noche, prosperidad y amor, y en las
mañanas, Suerte y éxito.
Aunque Key sabía que para los humanos era muy
diferente.
Y no le quitaba el sueño, ya que veía a los seres
humanos como criaturas sumamente feas.
En primer lugar estaba su tamaño, claro que había
gente pequeña en su mundo pero no tan pequeña. Por otra parte, estaba su piel,
horriblemente falta de color. Y la gran mayoría solía ser pelinegra y ojinegra también, lo cual era extraño para
los seres hermanos pues sus pieles, el color de sus ojos y de su cabello,
comúnmente era de colores claros y variados, que solían depender de los genes y
de la ubicación geográfica, desde luego.
Pero habiéndose acostumbrado a Damian, su mente había
hecho una excepción con él, viéndolo, incluso, increíblemente hermoso, de una
forma exótica. Estaba embelesado con sus enormes ojos azules (Eran verdes, pero
Key los veía azules), le encantaba el toque de su suave piel, sus rasgos e
incluso le parecía que, con su tamaño, encajaba perfecto entre sus brazos.
Pero ahí también estaba la razón por la cual se
contenía de besarlo.
Por sus instintos lujuriosos, sabía que si lo besaba
no podría detenerse y lo llevaría a alguna habitación a hacerlo suyo.
Nada podría detenerlo.
Pero no le constaba que Damian, con su tamaño,
soportase un encuentro sexual con él, a pesar de que tenía la protección
adecuada. Simplemente sus cuerpos eran diferentes y tenía entendido que los
humanos se dividían en dos subespecies: Macho y hembra. Y por mas parecidos que
fuesen los humanos machos a ellos, estos estaban hechos para encontrarse
sexualmente con los humanos hembras.
Claro que había investigado y sabía acerca de la
homosexualidad pero se trataba de una minoría y no tenía forma de saber si
Damian pertenecía a esa minoría. Lo más probable era que no fuese así.
Sin embargo, él estaba ahí. Entre sus brazos.
Tan cerca.
Aquella escena, en su mundo, sería el inicio de un
acto sexual, pero ¿Cómo saber si era así en la tierra? Tenía que investigar
más…Que complejo era todo aquello…
Damian también estaba sumido en el dilema. No sabía si
irse o quedarse. Sentía que Key estaba a punto de hacer algo y no sabía si
quería que lo hiciera, le impresionaba la idea de que talvez si quería.
¿Sería él capaz de…? ¿Con su tamaño? ¿Lo soportaría?
Además, él ni siquiera sabia si eso era lo que Key
quería o estaba malinterpretando las cosas.
Y con ese pensamiento, finalmente Damian se libró de
los brazos de Key.
- Puedes quedarte en una de mis
habitaciones - Le dijo Key
tomándolo de los brazos con sus manos, tras Damian haberse levantado del
sofá - Tengo varias
como esta, en donde…
- No gracias, debo irme - Dijo Damian
cortante
- ¿Y volveré a verte? - Damian
respiró evadiendo su mirada. Tenía que calmarse, no sabía por qué pero estaba
enojado.
¿Acaso estaba enojado porque Key no lo había besado?
No podía ser posible…
- No sé…Talvez vuelva mañana pero no te prometo
nada - Damian se
libró por completo del agarre de Key y caminó a la salida - ¿Esta
abierto?
- Si…sólo
camina y las puertas se abrirán…- Contestó Key
algo desanimado
- Vale…
Damian salió de la fortaleza. Ya era de noche…Bajó por
el precipicio (Utilizando las cuerdas, desde luego) y navegó hacia el otro lado
de la ciudad, en donde estaba ubicada la posada en la que se había quedado.
Decidió probar otra, una que estaba casi al lado.
Pidió un plato que tuviera queso frito y un vaso de chocolate caliente. Comió
rápido y se fue a su habitación.
Todo el tiempo, desde que salió de la fortaleza, sólo
estuvo pensando en aquel infeliz, como lo llamaba. Y le daba rabia saber que
toda esa furia era sólo porque Key no había intentado sobrepasarse con él.
“Malditisima sea la adolescencia”.
¿Acaso se estaba volviendo loco? Era un alienígena. Nada
atractivo, por cierto. Pero…había algo en él que, ya pasadas las horas, lo
había atraído. No sabía qué era, pero…era posible que ese tipo…le gustase?
Damian, por instinto, se pegó fuerte en la frente. Se
salió de la cama, sentándose en el piso, apoyándose en ella.
El ya casi pasaba la adolescencia. Ya tenía 17 años. Y
en todo ese tiempo nunca se había sentido así por nadie, ni por un hombre ni
por una mujer.
¿Tuvo que venir un alienígena de otro planeta para que
él se pusiera en ese estado?
No podía creerlo.
Pero de algo estaba seguro…No sabía por qué Key no lo
había besado pero si sabía que este quería hacerlo.
Se le reflejaba en los ojos. Por eso él estaba tan
seguro de que lo haría.
Si a él le gustaba ese sujeto, aquel gusto era
correspondido, no tenía dudas. Y era por eso que volvería al día siguiente.
Y lo que tuviera que pasar, que pasase.
Además, aun había mucha información que él no tenía y
que seria útil para su padre, ¿no?
Azumi Seguchi, 2017
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