Experimentos 000056 y 000: Alice y Tobi
Cuando los primeros rayos de
sol del día siguiente se filtraron entre las cortinas de la ventana de la
habitación, Sai se despertó. Hizo lo que pudo para levantarse sin que Rurouni
se despertara, y si lo hacía, le diría que iba al baño.
Pero estaba profundamente
dormido.
Sai se levantó y salió hacia
la sala.
Todo estaba en silencio.
Tomó las carpetas que
estaban apiladas en una esquina cerca de la puerta y se sentó en el piso
apoyándose a la pared.
Dejó las carpetas de
imperfectos a un lado, no tenía estomago para leer aquello pero se dispuso a
leer la de los perfectos, abriendo primero la que correspondía al niño que
ahora era su hijo.
La etiqueta ya estaba rota y
volvió a leer el perfil…
Mujer Maravilla…
Sai se preguntó si había
hecho lo correcto al adoptar a Rurouni, porque, el ya tenía una madre biológica.
Seguramente si ella supiera de la existencia de su hijo, lo cuidaría, ¿Quién
podría no encariñarse con un niño tan encantador como Rurouni lo era?
Pero Sai, aun reflexionando
eso, no tenía ni la más mínima intención de entregarle su hijo a nadie. Ya era
demasiado tarde. Rurouni ahora era su hijo y ella ahora era su madre.
Sai estuvo consciente de que
talvez estaba siendo egoísta pero se convenció de que nadie era perfecto y
algún defecto ella debía tener.
Sai no leyó nada más de la
carpeta de su hijo. No quería saber que era lo que había pasado, ya se lo
imaginaba. Dejó la carpeta a un lado y tomó la carpeta 000056.
La abrió y volvió a leer el
perfil…
Superman…
Al encontrar a aquella niña,
¿haría lo mismo que hizo con Rurouni? ¿La adoptaría? ¿Buscaría a su verdadero
padre? No…Aquellos superherores vivían en el mismo país, y de seguro, por lo
menos se conocían de vista.
Si iba a buscar a ese tal
Superman corría el riesgo de encontrarse con la tal Mujer Maravilla, y corría
el riesgo de perder a su hijo. Además, siendo honestos, Sai sabía que Rurouni
había puesto su lado materno a flote y rápidamente se encariñaría con aquellos
niños que aun no había encontrado.
Eso era seguro.
Teniendo eso claro, Sai
decidió que buscaría a los niños sin acercarse a ningún superhéroe…pero, ¿eso
incluía a su propio padre?
Entre todo y todo, Sai había
olvidado la verdadera razón por la cual había hecho aquel viaje: para encontrar
al dueño de su ojo azul.
¿No lo buscaría ni le haría
saber de su existencia?
Sai sacudió su cabeza, a la
vez que despojaba esos pensamientos de su cabeza. Ahora lo más importante era
su hijo y los niños que debía rescatar.
Se dispuso a leer toda la
carpeta de 000056 en búsqueda de alguna pista, por más pequeña que fuese, que
le ayudase a descifrar en donde podría estar el otro laboratorio.
Leer la historia era como
leer la suya propia, al parecer la doctora tenía un patrón para sus
atrocidades. Y por más que leyó cada detalle, no encontró ninguna pista de
donde podría estar aquel laboratorio.
Una pequeña etiqueta en el
costado de la carpeta sólo decía “Laboratorio externo”…
Pero eso no le decía nada.
Sólo podía deducir que
talvez había mas de uno faltante, y lo mas probable es que los niños no
estuvieran juntos, sino que cada uno estuviera en un laboratorio diferente.
Sai dejó la carpeta de
000056 a un lado y tomó la misteriosa carpeta 000. La volvió a abrir, sin
perfiles, y el relato era el mismo, ¿A qué se referiría la doctora con
“defectuoso” y “devuelto a la nevera”? Sai esperaba que no lo hubiera matado.
Ahora que lo pensaba, ese
niño era el primer experimento perfecto de la doctora, es decir, fue creado
antes que ella. Si ella era 0009 y el niño era 000 significaba que él era mayor
que ella, y si ella tenía 15 años, entonces, ¿el niño cuantos años tendría?
¿19, 20? A Sai le dolió el pecho de sólo pensarlo, 4 años siendo cautiva de esa
mujer la habían marcado, pero 20 años…
¿Y si aquel experimento no
había podido más y se había rendido a la voluntad de la doctora? Eso daría como
resultado el tener que enfrentar dos oponentes en lugar de uno sólo.
Claro que eso a Sai no le
preocupaba ya que no había nadie en el mundo capaz de vencerla, a excepción de
su propio padre, One Punch Man.
Pero sin duda, de ser el
caso, haría lo posible por no herirlo y convencerlo de que se uniera a ella.
Pero siendo así, ¿Cómo vería a alguien mayor que ella? Dudaba mucho poderlo ver
como a un hijo.
Fuese como fuese, Sai
decidió que no podía seguirse distrayendo con pensamientos
Por más que leyó la carpeta
no encontró nada. Y no podía darse el lujo de buscar por sí misma ya que tenía
que atender a Rurouni. No podía llevarlo ni dejarlo sólo por mucho tiempo.
Qué dilema.
De modo que, al final,
tendría que recurrir a su plan B. Sus padres le habían comentado que, en su
búsqueda, habían dado con una fuente de información mundial llamada “Oráculo”.
Decía que muchos superherores
en el mundo usaban esa fuente para conseguir información.
Encontrar el acceso a ella
era otro trabajo pero le habían hablado de unos sujetos que se ubicaban en las
plazas centrales de las ciudades y que se encargaban de pasar la información.
Sai se levantó y se dirigió
a la habitación. Abrazó a su hijo, besándolo y acariciándolo.
- Rurouni…- Le
susurró - Mi amor…mamá
debe ir a hacer cosas de adultos. No tardaré
- Le susurró para luego besar su frente
Rurouni apenas si escuchó ya
que estaba muy dormido.
Sai se apartó y se arregló.
Se fue rápido del hotel en
dirección a la plaza central de aquella ciudad. La clave era buscar una botella
de vidrio verde, la cual debía estar debajo de alguno de los botes de basura de
la plaza. Al encontrarlo, debía botarlo en el mismo bote de basura, para luego
sacarlo y volverlo a botar. Esto, hasta que alguien se le acercase.
Luego de unas cinco veces,
un muchacho se le acercó y le entregó una tabla (Teléfono).
- Escribe lo que quieres saber y pon tu nombre
y tu teléfono al final - Le dijo en
susurro sin siquiera mirarla. Sai así lo hizo
Dra. Mildred Agatha
Ubicación de sus
laboratorios
Sai/One Punch Women
Número de teléfono
Sai, habiendo sido criada
por Saitama, estaba acostumbrada a ser muy breve.
Volvió al hotel rápidamente,
encontrándose con Rurouni, aun en la cama, viendo televisión. Pidió el desayuno
y comieron.
Al día siguiente recibió el
mensaje de Oráculo, diciéndole la dirección de sus tres laboratorios. 2 de
ellos, ella ya los conocía, y el tercero era su objetivo.
Bingo.
Sai se preguntó la razón por
la cual Oráculo no le había cobrado por sus servicios pero tampoco le dio
muchas vueltas.
Estando en la mesa,
desayunando con Rurouni, Sai le dijo que debía irse a hacer más cosas de adultos.
- ¿Mas? ¿Por qué tienes que hacer tantas cosas
de adultos? ¿No puedo ir contigo? - Sai le
sonrió, tomó su carita entre sus manos y le besó la mejilla
- Pues porque soy una adulta, mi amor. Y tú
eres un niño, por eso no puedes venir conmigo. Pero si esto sale bien, talvez
esta sea la ultima cosa de adultos que haga aquí ¿Sabes? - Le dijo Sai
contenta
Luego de convencer a Rurouni
y vestirse, se dirigió al laboratorio.
Quedaba en medio de un
desierto.
Buscó exactamente en donde
Oráculo le había indicado y al final dio con el escondite.
Entró abruptamente.
Rompiendo las puertas.
- ¡Ahora sí Mildred! ¡Aquí tienes que
estar! - Sai entró en
el laboratorio principal. Estaba vacío. Sin preámbulos empezó a destruirlo.
Sabía que la doctora estaba
ahí. Lo sentía. Y quería llamar su atención.
En efecto, Mildred al oír
ese estruendo se dirigió al laboratorio principal.
- ¿¡Que demonios haces!? ¿Quién te crees que
eres? Esto es propiedad privada, zona de investigación del gobierno de los
Estados Unidos, te meterás en serios…- Cuando Sai
volteó a verla, con sus ojos marrón y azul, la doctora de inmediato supo quien
era
Sai sólo sonrío irónicamente
al verla, no podía creer tanto cinismo por parte de esa mujer.
- Así que, ¿Propiedad privada? ¿Zona de
investigación? No creo que en ninguna cárcel sufra tanto como lo mucho que
sufrí los cuatro años que estuve contigo, Maldita…- Tras decir
esto se abalanzó a ella, pegándola contra la pared y ahorcándola.
Con muy poca fuerza, todavía
no iba a matarla.
Mildred se iba poniendo más
roja a medida que se le agotaba el oxigeno y le rasguñaba las manos y los
brazos a Sai tratando de que la liberase.
- Suel…- Cuando estuvo
a punto de perder el conocimiento, Sai aflojó el agarré y la golpeó contra la
pared, rompiéndole el cráneo
- ¿Dónde están los niños? ¿Ambos están aquí?
No importa si no me dices… - Sai volvió a
pegarla contra la pared - Igual los
encontraré yo sola y me los llevaré, así como hice con 000056
La doctora, ya llegando a la
inconsciencia, reaccionó ante tal anunciado
- ¿Qué tu que? Infe…- Sai la tiró
contra la mesa, rompiendo todos los tubos que yacían en ella, haciendo que los
compuestos se juntasen con la sangre de las muchas cortadas de Mildred.
Y ardieran.
- Al igual que el laboratorio en donde me
tenías a mi, destruí por completo el laboratorio en donde lo tenías a él. Todo
está demolido y completamente quemado.
La doctora no cabía en su
furia y su pecho subía y bajaba de la presión. Sus carpetas y sus experimentos
en proceso, todo destrozado. Buscó algo a su alrededor para lanzárselo a Sai y
decirle lo mucho que se arrepentía de haberla creado, pero no hayo nada y no
tenía fuerzas para pronunciar palabra.
Todo su cuerpo dolía.
- Un buen capitán siempre se hunde con su
nave, Mildred. Voy a destruir y quemar este laboratorio y a ti con él - Sai la tomó
por los cabellos y la abalanzó por todas las mesas, destruyéndolo todo.
La tiró al piso y de un
golpe destruyó medio laboratorio. La doctora intentó escapar pero Sai no la
dejó. La pegó contra la pared, que aun estaba “intacta”, repetidas veces y
quebró sus muñecas y sus tobillos, para que no pudiera moverse.
La sacó del laboratorio
tomándola por el cabello y empezó a meterse en las otras habitaciones. Buscando
a los niños.
Para dejar de escuchar los
gemidos de dolor de la doctora, empezó a agarrarla por el pescuezo mientras
caminaba y lo destruía todo golpeando las paredes con su mano libre.
Sai se detuvo cuando el
lugar se tambaleó.
“Tonta”. Se recriminó a ella
misma al saber que, a causa suya, ya no tenía mucho tiempo.
En vista de eso, Sai decidió
que ya era suficiente de la doctora y debía enfocarse en los niños.
- Ahí los tienes, ¿verdad? - Le preguntó
Sai al ver la fea puerta que llegaba al sótano.
No esperó respuesta, sabía
que Mildred no podía hablar y corriendo entró al sótano.
Bajó las escaleras y tiró a
la doctora contra la pared. Entró a la primera celda, en la cual estaba la
niñita, llorando en una esquina.
Su cabello dorado,
maltratado y seco, la tapaba casi toda.
Sai pareció despertar de un
trance al verla. Su ira se había ido y la doctora había salido de su mente por
completo.
Por impulso, se acercó a la
niña rápidamente, la agarró, la volteó mientras la alzaba y la abrazó. La niña
correspondió el abrazo aun llorando.
- Tranquila…Tranquila amor, no pasa nada. Todo
está bien, ya estas a salvo. Yo me encargaré de todo - Le susurraba
dulcemente mientras acariciaba su espalda, su cabecita y su cabello, sintiendo
como la niña se aferraba a ella.
Sai cerró los ojos y muchísimas
emociones se concentraron en su pecho pero el sonido de la estructura
destruyéndose hizo que abriera los ojos, como si le hubiera caído encima un
balde de agua fría.
Aun teniendo a la niña entre
sus brazos, Sai salió rápido de la celda y se metió en la otra, esperando
encontrar al niño ahí. Pero estaba vacía.
- Maldición
- Sai se dispuso a amenazar a la doctora para
que le dijera en donde estaba el otro niño pero cuando fue a buscarla, no
estaba - ¿Qué? - Sai se había
confiado de que no podría moverse, con lo herida que estaba.
Pero no tenía tiempo para
buscarla, el edifico se estaba cayendo y ella debía encontrar a 000. Sabía que
él tenía que estar en ese laboratorio ya que Oráculo no había mencionado ningún
otro.
Sai salió del sótano y apartó
a la niña de sus brazos, aun cargándola con sus brazos extendidas, para poder
ver su rostro.
- Bebé, lamento tener que preguntarte esto
pero, ¿No sabrás en donde está otro niño…u otra persona que también sea cautiva
de la doctora? - La niña no respondió nada y volvió a abalanzarse
a sus brazos, sollozando y con los ojos bien cerrados.
Ni siquiera había entendido
bien lo que Sai le había preguntado. Tenía menos de 3 años.
Sai la abrazó más y buscó
por todas las habitaciones con frenesí.
No parecía haber rastro ni
de 000 ni de la doctora.
- ¿Hay alguien por aquí? No voy a hacerte
daño, yo…- En una de las habitaciones, Sai observó unas
inmensas neveras que conformaban toda una habitación - Neveras…- Sai sentó a
la niña en la mesa que estaba en el centro y empezó a abrir las neveras
desesperadamente.
En ellas estaban todos los
experimentos fallidos. Sai los tumbaba con frenesí, pero no para desquitarse,
sino para ver lo que había detrás de ellos.
El ruido del lugar
tambaleándose y el llanto desenfrenado de la niña, no la dejaban pensar. Sai
dejó a un lado las neveras y se acercó a la niña, cubriendo sus manitas con las
suyas.
- Ya amor, no llores. Sé que esto se ve mal
pero pronto saldremos de aquí y mas nunca volverás a este lugar - Sai secó sus
lagrimas y la abrazó - Yo voy a
cuidar de ti y me aseguraré de que seas muy feliz - El llanto de
la niña empezó a cesar.
Sai le dio un beso en la
frente y se apartó. Se volvió a las neveras y empezó a abrirlas.
- ¡Ahhh!
- El agudo grito de la niña hizo que Sai
volteara de golpe y viera la puerta. Pero no había nadie.
La niña señalaba a una de
las neveras, a la cual Sai no había llegado y de la cual estaba saliendo una
espesa sustancia verde que estaba desintegrando todo a su paso. Sai se acercó
inmediatamente e intentó abrirla.
Estaba sellada.
Uso su fuerza y rompió la
puerta, encontrando lo que estaba buscando.
Era un niño pelinegro,
desnudo, con los ojos fuertemente
cerrados. Sus manos y sus pies estaban encadenados y atados a la nevera y unos
tubos lo tenían sujeto en otras partes de su cuerpo. En su boca, tenía restos
del líquido verde que había hecho un profundo agujero en el piso.
Sai se horrorizó al ver
aquello y de inmediato rompió las cadenas y los tubos, sacándolo de ahí.
La niña gritó horrorizada y
se apartó cuando Sai acostó al niño en la mesa. No habría los ojos y su piel
estaba congelada, pero Sai comprobó que respiraba.
Era él, era 000.
Ya habiendo encontrado a
ambos, los tomó a los dos y corrió a la salida. Salió del laboratorio y siguió
corriendo, alejándose del laboratorio.
Medio kilometro alejados,
Sai colocó a la niña de pie en el piso, en cuanto al niño, lo recostó con
cuidado en la arena. El calor del desierto empezó a derretir el hielo de su
cuerpo, convirtiéndolo en gotitas de agua.
Sai lo miró con tristeza, se
agachó y acarició su cabello. Era tan suave.
La doctora lo había tenido
en sueño criogénico por muchos años, desde que lo había tomado como defectuoso.
Era un sueño del cual despertaba de vez en cuando, pero 000 prefería no
hacerlo. No quería ver la realidad, no quería ver a la doctora. Prefería estar
dormido.
Sólo dormido podía escapar
un poco de su dolor.
En ese momento, aunque no
pareciese, estaba despierto. Estaba consciente pero no quería abrir los ojos.
Temía mucho con qué se encontraría. Pero el calor que caía en su cuerpo, y esas
manos suaves que acariciaban su cabello, lo tranquilizaban un poco.
La niña, al ver que se
trataba también de un niño, y que la mujer que la había salvado lo quería, dejó
su temor a un lado y se agachó, colocando sus dos manitas en la barriga del
niño.
A Sai le conmovió eso y la
acarició por el cuello, para luego voltearse hacia el niño y acercarse a su oído
mientras una gruesa lagrima brotaba de su ojo azul y se deslizaba por su
mejilla.
- Todo está bien, amor. Ya estás a salvo.
Nunca más volverás a ese lugar, ni serás prisionero de nadie - Sai se sentó
en sus tobillos, tomó al niño en brazos y lo recostó en sus piernas
flexionadas. Buscó a la niña con su mano y la atrajo, abrazándola también.
La niña sólo veía a aquel
niño congelado mientras sentía las cálidas manos de Sai acariciando sus dorados
cabellos. Sai besó al niño, en su carita y en su pecho.
Estaba angustiada, una voz
le decía que saliera de ahí y buscase ayuda pero por alguna razón estaba
clavada ahí. Sin poder moverse. Un sentimiento en su pecho le pedía que
esperase un poco más.
Abrazó más a la niña y besó
su cabecita, mientras veía el pecho del niño subir y bajar. Unos segundos
después, la manita del niño se extendió hacia el cielo, cómo buscando algo. Sai
y la niña sólo lo vieron expectantes. Cuando el brazo del niño estaba
completamente extendido, abrió los ojos y empezó a toser.
- ¡Está vivo!
- Dijo la niña feliz, dando saltitos.
Sai respiró aliviada y
sonrió feliz. El niño se sentó en sus piernas y ella le acarició su espalda,
mientras el niño seguía tosiendo.
Sai abrazó y besó la cabeza de la niña. Luego, cuando el
niño dejó de toser, lo abrazó a él y lo llenó de besos.
- Bienvenido
- El niño se
quedó quieto ante el abrazo, mirando a su alrededor tratando de ubicarse. Miró
a la niña, quien sólo le sonreía y luego se volteó y miró a Sai.
Ella lo seguía abrazando y
se levantó cargándolo contenta. Tambien cargó a la niña y los besó a ambos en
sus mejillas. La niña sonreía contenta, 000 las veía confuso. Acercó su manita
al rostro de Sai, despacio y tímido y tocó su mejilla.
Como convenciéndose de que
esa mujer era real, le sonrió y correspondió el abrazo. Sai los abrazó más,
sonriente.
- Ya es hora de irnos, niños…- Sai estuvo a
punto de marchar pero el ruido del laboratorio (El cual no se había terminado
de desmoronar) le recordó que debía terminar lo que había empezado.
Suspiró y bajó a los niños.
- Esperen unos segundos, esto será rápido - Sai se
dirigió a la estructura y de un golpe en el aire hizo que se terminara de
desmoronar. Sacó la botella de gasolina del bolsillo de su pantalón y la vertió
en los escombros, encendió un fosforo y lo encendió todo.
Ella no quería que los niños
viesen aquello pero tampoco quería apartarse de ellos mas tarde.
Sai maldijo a la doctora y
esperó que, con las heridas que ella le había hecho, no hubiese podido salir
del edificio y este le hubiese caído encima y su cuerpo se estuviese quemando
con el. Pero tampoco iba a darle vueltas.
No iba a gastar más tiempo y
energía en ella. Ahora era madre de tres hijos y su vida, a partir de ese
momento, giraría únicamente entorno a ellos.
Se dirigió a los niños, los
cargó, los abrazó y los besó.
- Sujétense bien bebés, esto también será
rápido - Sai corrió y
los niños empezaron a gritar. Al principio se asustaron pero a los segundos,
sintiendo la brisa en sus cuerpos y la adrenalina de la velocidad, empezaron a
divertirse.
Sai se mantuvo corriendo una
media hora hasta que finalmente llegó a la ciudad en donde había dejado a
Rurouni. Llegaron al hotel y subieron a la habitación.
Los niños pasaron contentos
y maravillados. Todo el camino habían visto cosas bonitas y esa habitación era
preciosa. Rurouni, al escuchar la puerta, corrió del cuarto a la salida, con la
intención de recibir a su mamá y de inmediato vio a los niños.
Miró a su mamá sorprendido.
Ella sólo le sonrió.
- Hijo, finalmente estamos completos. Estos
son tus hermanos, ellos…- Sai no pudo
terminar de explicarle cuando Rurouni se abalanzó hacia la niña y la abrazó
desesperado, ella se sorprendió pero luego correspondió el abrazo.
Luego Rurouni vio al niño,
que estaba desnudo, al lado de ellos y también lo abrazó sin dejar de abrazar a
la niña.
Sai miró la escena
conmovida. Recordó que Rurouni le había comentado que él había visto a esa niña
anteriormente. Seguramente nunca había visto a 000 porque este siempre estaba
en la nevera. Sai suspiró entusiasmada y los abrazó a todos, cargándolos.
Pidió un gran festín a la
habitación y mientras lo esperaban, todos fueron a bañarse en la gran tina. 000
tenía incrustado en su cuerpo parte de los tubos que lo tenían atado a la
nevera, pero no los quitaba porque temía que estos estuviesen atados a sus
órganos.
Luego le diría al doctor que
lo revisase.
Lavó muy bien a sus nuevos
niños, por supuesto, sin descuidar a Rurouni. Se aseguró de ser muy cuidadosa y
cariñosa con ellos, para que se sintieran seguros y contentos con ella.
Les puso a todos batitas de
baño y cubrió sus cabellos con una toalla. Ella estaba igual. Cuando el festín
llegó, todos empezaron a comer de todo. La mesa estaba repleta de cosas
deliciosas. Todos comieron contentos y luego Sai les mostró la televisión.
Rurouni les habló contento
de los animes que le gustaban y todos se acurrucaron en el sofá a ver Animax.
Pero 000 empezó a sentirse mal y Sai lo llevó al baño a que vomitara.
No le sorprendió, comer
tanto después de tanto tiempo sin comer nada, evidentemente iba a cobrar
factura. Pidió que trajeran unos jugos para él y luego el niño se sintió mejor.
Sai les dijo que, siendo la
1 de la tarde, descansarían un rato para
luego salir a comprarles ropa, zapatos, juguetes y dulces, tal y como había
hecho con Rurouni. Le pidió a Rurouni que le prestara algo de ropa a sus
hermanos para que salieran todos, Rurouni, entusiasmado, les mostró toda su
ropa para que escogieran las que mas les gustase.
Salieron a la ciudad y Sai
les compró a los niños de todo. Pensó en comprarle cosas a 000 parecidas a las
de Rurouni, ya que ambos eran niños aparentemente contemporáneos, pero resultó
que a 000 no le gustaba lo que le gustaba a Rurouni. Rurouni siempre había
escogido ropa colorida y con muñequitos, mientras que 000 se inclinaba por
colores oscuros y que no tuvieran ningún dibujo.
Sai decidió que debía
respetar sus gustos y le compró todo lo que le gustaba. En cuanto a 000056, Sai
se desbordó con ella. Fueron a muchas tiendas de niña y ella quería llevárselo
todo, vestidos, zapatos, accesorios, resultó ser una niña muy femenina.
Comprarle ropa a 000 había
sido mucho mas rápido que comprarle ropa a Rurouni, ya que el primero decidía
muy rápido, pero comprarle ropa a Rurouni no había llevado, de lejos, tanto
tiempo como con la niña.
Se tardaron tanto que los
niños tuvieron que sentarse en algún puestecito aburridos.
“niñas” pensaron ambos.
En cuanto a Sai, no podía
estar más contenta. Era normal que al ser niña ambas tuvieran una especie de
lazo. Sai no era muy femenina en sí pero le encantaba consentir a su muñequita.
Cuando por fin terminaron de comprar la ropa de la pequeña, todos fueron a
comer helado y dulces.
El sol se estaba poniendo y
Sai decidió llevarlos al parque de diversiones. Rurouni y la niña querían
montarse en todas las atracciones, pero el niño sólo se mantenía pegado a Sai.
Al final, la única atracción que llamó su atención fue la ruleta rusa, que era
la más aburrida, según sus hermanos.
Ellos no quería montarse
pero Sai les recordó que el niño había tenido que montarse en casi todas las
atracciones a las que ellos habían querido montarse. Los niños se sonrojaron y
no objetaron más.
Todos subieron a la ruleta
rusa.
Rurouni y su hermana se
sentaron en el piso hablando emocionados de cosas de niños. Sai los miró
contenta y luego miró a 000, quien estaba en la ventana mirando la vista, como
hipnotizado. La bella ciudad nocturna le parecía lo más maravilloso de este
mundo.
Estaba como en trance. Y ese
trance sólo fue interrumpido por una cálida mano que acarició su cabello. 000
volteó encentrándose con la dulce sonrisa de Sai. Ella lo cargó y lo sentó en
sus piernas, entonces ambos empezaron a ver la hermosa vista.
000 estaba un poco
confundido, ¿Por qué esa mujer era tan linda y amable con él? Con ellos, en general.
Y temía subir muy alto para luego caer. Sus caricias, sus abrazos, sus besos,
su sonrisa…Estaban haciendo que quisiera a esa mujer, que se sintiera seguro
con ella, ¿y si después lo abandonaba?
000 se estremeció ante tal
pensamiento para segundos después ser rodeado por los brazos de Sai.
- Es realmente hermosa ¿verdad? Pero te
aseguro que la ciudad a la que iremos, en donde viviremos, es mucho mas
hermosa - Le susurraba
suavemente Sai - Se llama
Ciudad Tegno, es una de las mas modernas del mundo. Ahí están mis padres, que
vendrían siendo tus abuelos, porque…- Sai cubrió
las manitas del niño con las suyas - Porque en
verdad, quiero que te conviertas en mi hijo…- Sai acarició
su frente y su cabello y besó su cabecita
- Y haré lo imposible por ser una buena madre…
000 no dijo nada, en su
pecho estaba sintiendo cosas que nunca en su vida había sentido. Estaba
emocionado, era incomodo pero soportable y también era cálido.
Ya no quería pensar en nada.
Quería confiar, ciegamente en aquella mujer. Todo el peso había caído en sus
hombros hasta el momento en que ella lo sacó de la nevera y desde entonces,
ella había visto por él, sin pedirle nada a cambio, con cariño y afecto,
brindándole seguridad…
¿Era eso…una madre?
Si era así…él quería que
ella fuese su madre…aunque no estaba seguro si podría ser un buen hijo…
Pensando esto, 000 entrelazó
sus manitas con las de Sai y siguió mirando la vista junto a ella durante el
tiempo que les quedaba en la Ruleta rusa
………
- ¿En verdad tenemos que irnos? - Preguntaron
al unísono Rurouni y su hermana, mirando tristes a Sai quien empacaba las
muchas cosas de sus hijos en unas inmensas maletas que había comprado
- Jejeje sé que les ha gustado esta ciudad,
niños, pero les garantizo que la ciudad a la que vamos es mucho más bonita.
Además, deben conocer a sus abuelos
Ya había pasado casi una
semana desde que 000 y 000056 habían sido rescatados por Sai. Ya habían
comprado todo lo que podían comprar y ya habían paseado mucho, y Sai ya
consideraba que era hora de regresar a casa.
- ¡Oh cierto! Niños, ya es hora de que escojan
unos bonitos nombres para ustedes - Sai, días
atrás, les había dicho a 000 y a 000056 que debían pensar en unos nombres
bonitos para ellos, pero en ese momento, ninguno de los dos conocía muchos
nombres.
Sai decidió darles algunos
días para que viesen anime y películas y buscasen unos nombres que les
gustasen, pero ninguno de los dos tenía ningún nombre pensado todavía.
- Mi amor…- Se dirigió a
la niña, agachándose y acariciando su mejilla
- ¿Pensaste en un nombre bonito? - La niña sólo
sonrió nerviosa y sonrojada, y miró a otro lado para luego negar con la cabeza
- Uh, uh, uh, ¿Yo puedo ponerle un nombre,
mamá? - Preguntó
Rurouni emocionado, Sai lo miró sonriente
- ¿Tienes algún nombre bonito para ponerle a
tu hermana?
- Si, ¡Alice!
- ¿Alice?
- Sai se levantó pensativa.
Bien sabía que su querido
hijo había sacado ese nombre por Alicia, en el país de las maravillas (Durante
aquellos días, también habían visto películas de Disney) y también habían
dicho, durante la película, lo mucho que su pequeña hija se parecía a la niña
de la película, por su rubia cabellera.
- Mmm…- Sai se volvió
a agachar hacia la bebé - ¿Te gusta
Alice, amor? - La niña se
volteó y miró sonriente a Rurouni, para luego ver a Sai y asentir contenta
Sai la cargó feliz.
- ¡Alice! ¡Que bonito nombre! - Dio vueltas
cargando a la niña y luego la bajó, para dirigirse a su otro hijo, el cual
estaba concentrado jugando con su nuevo tren.
Sai se acercó y se sentó
frente a él.
- ¿Qué hay de ti, amor? ¿Pensaste en un nombre
para ti? - Le dijo eso
acariciándole su oreja y su cuello.
El niño bajó la vista y negó
con la cabeza.
- Mmm, ¿Te gusta…Tobi? - El niño subió
la mirada sorprendido, encontrándose con la sonrisa de Sai.
De sus tres hijos, Tobi era
el más misterioso de todos. En primer lugar, ella sabía que él había sido
creado antes que ella y que la edad que tenía no concordaba con su físico.
Imaginaba que el sueño criogénico le había impedido crecer, además, sabía que,
mentalmente, el era un niño también.
Aunque fuese diferente.
000 era aislado de sus
hermanos, y se la pasaba casi todo el tiempo desconectado del mundo, pensando y
meditando, o completamente inmerso en lo que estaba viendo o haciendo. A Sai no
le molestaba esto en lo absoluto, y trataba de darle su espacio.
Además, las veces que lo
integraba a sus hermanos o que lo llamaba para que interactuara con ella, él
siempre era cálido, como si se tratase de una persona diferente.
Y era esa misteriosa
personalidad lo que le recordaba a Tobi, el personaje de Naruto (un anime).
El niño la miró por unos
segundos y luego sonrió amable, asintiendo con la cabeza. Sai sonrió y lo cargó
contenta, dando vueltas como lo hizo con Alice.
- ¡Que felicidad! ¡Ahora todos mis hijos
tienen nombre! - Sai cargó a
sus otros dos hijos y todos empezaron a dar vueltas en la sala.
Sai los puso de pie en el
suelo con cuidado y terminó de empacar mientras los niños se bañaban y se
vestían. Cuando estuvieron listos, el sol ya se estaba poniendo.
Debían estar en el
areopuerto a las 7:00.
Salieron del hotel y se
dirigieron al areopuerto. Sai pagó un transporte para que llevara todas las
maletas y las cajas. Decidieron ir caminando para comprar helado de camino, y
poder pasear en la ciudad por última vez.
Estando cerca de una plaza, pidiendo
los helados, Sai escuchó a una muchacha mencionar a “Batman”, lo cual resonó en
sus oídos e hizo que escuchara lo que estaba diciendo.
- Si, desde que murió el nuevo robin no se le
ha visto más…Yo tengo una prima que vive allá y ella…- Las chicas se
alejaron impidiendo a Sai escuchar más.
“Robin”, ¿Quién sería robin?
Batman…
¿En verdad…nunca vería a su
padre?
Sai miró su helado
pensativa.
- Mamá, ¿quieres probar de mi helado? Está muy
rico…- Le dijo Rurouni contento, con esos enormes
ojos azules que Sai tanto amaba. Le sonrió y lo acarició.
- Si, dame un poco. Y yo te doy del mío…- Sai sabía que
en la vida, había que tomar decisiones y en ese momento entendió que, entre los
padres y los hijos, los hijos tenían más peso.
Ya no era la hija de Saitama
y Genos, o de Batman…era la madre de tres hermosos hijos y era por ellos que
debía ver.
Lo demás, tenía que esperar…
Azumi Seguchi, 2017
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